CAPITULO II


EL MOTOR DE MI VIDA: MI FAMILIA

A lo largo de mi vida he encontrado a grandes personas que han hecho parte de mí, pero las más importantes y las que me han acompañado en todo momento y de las cuales me siento muy orgullosa son mi familia: mi madre, mi hermano y mi abuelita,  a ellos les agradezco por haber influido en lo que hoy en día me he convertido.

Estas personas que sin escogerlas han estado conmigo desde mi niñez y me han visto crecer en todos los aspectos de mi vida, han aportado con simples cosas para que pueda cumplir mis sueños. Una de ellas, es mi madre, la mujer que me dio la vida y por la cual estaría dispuesta a dar la mía. Esta mujer que desde que tengo uso de razón la veo como mi guía y mi respaldo.

Mi mama, la cual por motivos de la vida tuvo que ser madre soltera y cuya labor nunca le ha quedado grande, puesto que ha hecho de mi hermano y de mi unas personas integras y buenas para la sociedad. Este amor de madre inicio desde mi proceso de gestación, en el cual mi madre presentó problemas de salud, más exactamente…

… los doctores le decían a mi madre que este tipo de embarazos solo duraban hasta los primeros cuatro meses, después era muy riesgoso y se producía la muerte del bebe.

Aun así, eran tan grandes las ansias que mi madre tenía de verme, tenerme en sus brazos y “pechicharme”; que hizo todo lo posible para no perderme: tuvo muchos cuidados, hasta el punto de durar todo el embarazo con las piernas hacia arriba, es decir, no podía caminar.

Fue tan grande el esfuerzo que hizo, que lo logro; llegue a este mundo un 15 de mayo de 1998 a las 11:45 am, pese 3200 gramos y medí 59 centímetros; fui tan grande que el ginecólogo que atendió el parto de mi madre, me dio una palmada y entre chiste dijo: ¡A esta niña solo le faltó salir corriendo!

Desde ese momento, cuenta mi “Negra” como le digo a mi mamá, que su vida giraba en torno a la mía y que a pesar de que no contó con el apoyo de mi padre, ella no se dio por vencida y logró sacarme adelante. Me ha dado un gran ejemplo, criándome con buenos principios y valores, además de una educación y hasta el día de hoy me apoya en este sueño que es convertirme en una gran profesional.

A mi “Negra” le debo todo lo que soy: Mi vida entera. Pero, a parte de mi madre, existe otra persona que ha sido muy valiosa para mí y a la cual considero como mi segunda madre: Mi abuela, quien desde que yo era muy pequeña ha vivido conmigo y se ha convertido en un apoyo importante para mí con sus consejos y regaños me ha convertido en una mujer de bien.

Como todas las abuelas, ella era mi alcahuete; cuando mi madre me regañaba, ella abogaba por mí; cuando me veía llorar, ella me consolaba y me daba plata para comprar un dulcecito. Hasta el día de hoy lo hace, me da “platica” para el dulcecito. Mi “Vieja” como yo la llamo muchas veces es un ejemplo de mujer: verraca y luchadora, a la cual le tocó sacar adelante a siete hijos y actualmente hace lo mismo con sus nietos, desempeñando su papel de abuela a cabalidad.

Otra de las personas que se ha convertido en un motor para mi vida: es mi hermano, quien vino al mundo cuanto yo tenía cinco años y como era tan niña sentía celos de él, pensaba que me iba a arrebatar el cariño de mi madre. Recuerdo tanto que el día que llevaron a mí hermano a la casa me regalaron una bebecito para jugar con él y que me entretuviera; el cual era más grande que mi propio hermano, puesto que nació muy prematuro.

Desde ese momento empecé junto con mi madre a dedicarme por completo a él, y es así como cada día mi hermano crecía más y más y al mismo tiempo íbamos fortaleciendo nuestro vínculo de hermandad. Aunque, como típicos hermanos peleábamos mucho; el con sus caprichos y yo en mi juventud no toleraba nada, pero siempre que discutíamos al momento nos arreglábamos y nos consentíamos.
Él desde siempre se ha caracterizado por ser “frio” y no demostrar su cariño, aunque yo sé que me ama porque se preocupa por mí y nunca perdemos la comunicación ¡LO AMO!


Es por todo esto que a esas personas que he mencionado anteriormente, las considero mi gran tesoro, que Dios puso en mi vida con varios propósitos y es que me guíen, me cuiden, me regañen, me aconsejen y me brinden todo su amor; para convertirme en una gran persona.

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